Resumen 2017
El año pasado supuso un nuevo retroceso para nuestro red-rifle, Andy Dalton. Si pensábamos que 2016 fue un paso atrás, 2017 resultó prácticamente una vuelta a sus orígenes. Empiezo con los números, después seguiré con las sensaciones.
Fue su 2º año con menos yardas de pase: 3320, apenas 70 yardas más que 2015 donde se perdió 3 partidos por lesión. Su porcentaje de pases completados del 59,9 sólo lo empeora su año rookie (58,1). Su QB rating de 86,6 quedó 2 puntos por debajo de la media de su carrera (88,7). Corriendo tampoco resultó más efectivo. Este año se ha prodigado poco (al menos, hacia adelante) y se ha quedado por primera vez en su carrera por debajo de 100 yardas y sin anotar ningún TD. Ha sufrido 4 fumbles, y en todos perdió el oval, lo que empata la cifra más alta de su carrera en turnovers por este motivo. Para profootballfocus ha sido el 19º QB de la liga, lo que me parece quizá bastante generoso (o que esta posición en la NFL está en grave crisis).
El ratio de anotaciones/intercepciones no fue catastrófico: 25 contra 12. Sin embargo, ya sabemos que su prioridad ha sido siempre la protección del balón, sin importarle enviarlo a la grada cuando la situación se complicaba. Esta circunstancia se ha dado en numerosas ocasiones por el pésimo rendimiento de nuestra línea ofensiva, pero los 39 sacks que sufrió, siendo una barbaridad, tampoco ha sido la cifra más alta en su carrera.
No obstante, tras los fríos números, queda una sensación más fría aún. El incalificable juego de nuestra línea ofensiva puede servir como excusa, pero sólo hasta cierto punto. El juego de carrera no ha funcionado como debería y tampoco ha sido una ayuda. Decíamos que la mejor manera de maximizar las cualidades de Dalton era hacerle lanzar lo menos posible. Este año se ha quedado por debajo de los 500 lanzamientos, una cantidad baja en comparación con lo que ha sido su carrera (la 2ª menor). Sin embargo, este descenso ha venido motivado por la ruinosa gestión ofensiva global, cuyo infame desempeño ha provocado que el ataque estuviera mucho menos tiempo del que debería sobre el campo.
Pero volviéndonos a centrar en Dalton, lo que más me ha decepcionado este año ha sido la actitud. Está claro que a nadie le gusta recibir una paliza cada domingo, pero uno espera de su capitán una mayor entereza. El liderazgo no sólo se demuestra poniendo malas caras, a veces hay que dar un par de gritos. El pocket ha colapsado en numerosas ocasiones, pero en vez de huir en lateral y desprenderse del balón en cuanto no pudieran pitar “intencional grounding”, he echado en falta más decisión para correr hacia adelante, o una mayor templanza para en esta circunstancia seguir mirando campo abajo con la jugada rota por si hubiera algún compañero desmarcado con quien prolongar el drive.
Está claro que la debilidad de la OL condiciona todo. No le deja mucho tiempo para ejecutar el pase, por lo que debe hacerlo muy rápido. Dalton sigue siendo muy hábil y preciso en esta situación. El problema es que los receptores no pueden seguir rutas demasiados elaboradas, ni tienen a su vez apenas tiempo para conseguir separación. Esto limita las posibles yardas “after catch”, ya que Dalton tampoco mantiene la tranquilidad para intentar ganar tiempo moviéndose en el pocket. En cuanto está cubierta la primera opción de pase, entra en pánico y huye en vez de buscar una segunda alternativa.
Como vemos, todos los defectos que Dalton lleva arrastrando desde su entrada en la liga, lejos de solucionarlos, se han agrandado. Como por ejemplo, la precisión en el pase largo. Los lanzamientos que deben volar más de 20 yardas van descoordinados, y no siempre va a ser culpa del receptor. Otro apartado donde se ha evidenciado un evidente retroceso ha sido en la efectividad en la red-zone, donde se le han nublado las ideas en demasiadas ocasiones. Esta carencia para subir puntos al marcador ha afectado enormemente a un equipo al que le costaba horrores avanzar.
Para terminar con algo positivo hay que recordar sus últimos partidos ante Lions y sobre todo, ante Ravens (el TD en los últimos segundos generó la locura en Buffalo, cuyos aficionados recompensaron con generosas donaciones a su fundación). A mi modo de ver, estas buenas actuaciones demuestran que si el club consigue darle una línea ofensiva de cierta entidad (y sigue rodeado de receptores talentosos), es un QB que puede ganar más de 10 partidos al año.
Sin embargo, creo que para motivarle a mejorar, más que el cambio de coordinador ofensivo o de entrenador de QBs, sería interesante que tuviese competencia real por el puesto. McCarron no lo ha sido, como tampoco lo fueron Gradkowski o Josh Johnson. En mi opinión, un QB veterano, con experiencia como titular, podría no creo que enseñarle (a sus 30 años, poco tiene que aprender ya), sino hacerle entender que una actitud indolente puede llevarle al banquillo (siempre, claro está, que los entrenadores también estén por la labor de sustituirle si ven que no funciona).
Tiene contrato hasta 2020 inclusive, y conociendo cómo funciona nuestro club, su puesto no peligra. Pero más allá de ahí deberá ganárselo. No contra un veterano, obviamente, pero a la directiva le tentará mucho sustituirle por un novato barato antes que renovarle al alza. Más le vale empezar desde ya a trabajarse la extensión de contrato, que el tiempo pasa volando, y un presumible nuevo staff técnico quizá no sea tan proclive al continuismo.

Redactor en Bengals.es
Redactor en Spanish Bowl
Ex-Redactor de la AFC Norte de la NFL en el Diario AS
Colaborador de «La Perrera Brown».
Integrante del foro de los Cincinnati Bengals en NFLHispano.com