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Análisis 2018 y previsiones draft 2019: Quarterbacks

Tradicionalmente, esta sección suele tener poca historia. Narrar las peripecias de Dalton a lo largo de la temporada y lamentarnos por su inconsistencia a la hora de necesitar que nos aporte un plus para alcanzar cotas mayores. Siendo monótono, es preferible a la alternativa: tener que narrar además las peripecias de un suplente que, si el titular es mediocre, éste no os quiero contar. Pues eso nos ocurrió la pasada campaña, en la que la posición de quarterback estuvo más movida que en otras ocasiones, y por desgracia, no en la dirección que más nos hubiera gustado.

Resumen 2018

La lesión de Dalton condicionó el devenir de la temporada 2018 (foto: Denver Post)

 

Empecemos por el principio. Tras la confirmación de Lazor como coordinador ofensivo, fue necesario fichar un entrenador específico de QBs. El elegido fue Alex Van Pelt, procedente de los Packers. Una interesante adquisición, que derivó en una mejora de ciertos aspectos del juego de Dalton, como por ejemplo, una mayor efectividad al salir en scramble fuera del pocket y mantener viva la jugada, sin que los espectadores sufrieran por recibir un balonazo.

 

Fuera de discusión la titularidad del pelirrojo, el interés se centró en el verano en determinar quién sería el suplente: si el ya conocido Driskel o el recién adquirido Barkley. Aunque el favorito era el de USC (drafteado por Philadelphia cuando Lazor era entrenador de QBs), al final, fue el natural de Oviedo (la de Florida, no la de Asturias) quien se quedó con el puesto. Con total justicia, porque Driskel no sólo demostró más ambición, sino una mayor versatilidad por su capacidad para correr, mientras que Barkley estuvo en exceso fallón.

 

Lo que son las cosas, al final, unas ligeras molestias llevaron a Barkley a la lista de lesionados (en realidad no era para tanto, pero sí una manera de tratar de asegurarlo para el año siguiente porque firmó por 2 temporadas). Viendo que no tenía futuro aquí, llegó a un acuerdo de finiquito con el club y le terminamos cortando. Menos de un mes después no sólo encontró un nuevo empleo (¡cómo no, en Buffalo!) sino que incluso disputó un partido como titular, donde no lo hizo nada mal.

 

Volviendo a lo nuestro, hay que señalar que también teníamos otro QB en plantilla. Se trató de Logan Woodside, novato seleccionado en 7ª ronda procedente de la universidad de Toledo, quien se había criado en una población cercana a Cincinnati y se declaró seguidor del club desde pequeño. Una pequeña lesión le mantuvo casi inactivo durante la pretemporada, pero lo que lo sentenció fue una detención por conducir sobrepasando el límite de alcoholemia. Tras una breve estancia en los Titans, ahora está en los San Antonio Commanders de la AAF.

 

En nuestro afán de seguir coleccionando paquetes, contratamos para el practice squad a Christian Hackenberg, probablemente uno de los peores QBs que ha conocido la NFL. Su historia con nosotros se limitó a unas cuantas irrelevantes semanas. En esta línea también, cuando se lesionó Dalton recurrimos a otro petardo trotamundo: Tom Savage. ¿Para qué fichar algún jugador que pudiese resultar un estímulo, como Kaerpernick, pudiendo contratar una medianía de relleno?

 

Pero sigamos con lo importante. Como decía anteriormente, Dalton mejoró algunos aspectos, como mantener la vista en el campo cuando debe salir del pocket al derrumbarse éste. Su juego fue de menos a más. Al principio le vi algo fuera de forma (fondón, no nos andemos con subterfugios). No corría con la decisión y efectividad de antaño. Aceptaba sacks por retener demasiado el oval cuando lo inteligente habría sido desprenderse de él; y en algunos de estos sacks, no era capaz de asegurar la posesión del balón. Le contabilicé varios pases a ninguna parte, intercepciones que se podrían haber evitado, y cierta falta de determinación para cambiar jugadas ordenadas por la banda que ya desde la formación se veía que no iban a tener ningún futuro.

 

Sin embargo, tampoco es menos cierto que cuando el pocket mantuvo la integridad, demostró su acierto en el pase, su letal conexión con Green, y su liderazgo creyendo en la remontada por difícil que pareciese. Ya sabemos que es un jugador que depende mucho de que sus compañeros le ayuden (no debe ser fácil jugar tras esa calamitosa línea ofensiva), así que también sufrió un bajón cuando tras la lesión de Eifert, el game-plan ofensivo de Lazor no supo sobreponerse.

 

Como aquel funesto 2015, su temporada terminó abruptamente al tratar de minimizar las consecuencias de un turnover. Esta vez no fue placando a un jugador el doble de grande que él tras una intercepción, sino intentando, sin conseguirlo, evitar un fumble provocado por un mal snap de Price. Igual que aquella vez, se lesionó el dedo pulgar de la mano de lanzar. Con la temporada ya cuesta arriba 5-6, tampoco tenía demasiado sentido forzar una precipitada recuperación, así que mejor ponerle en IR y empezar a pensar en 2019.

 

Así empezó la era Driskel, que como muchos augurábamos, no será especialmente recordada. Nunca se ha distinguido por ser un pasador excepcional. Su mayor virtud era la capacidad de sacar partido de la improvisación en jugadas rotas gracias a su movilidad. Esto lo ponía sobre la mesa en los partidos de pretemporada en los que no tenía nada que perder y mucho que ganar (conservar el empleo). Y todo hay que decirlo, contra las segundas o terceras unidades rivales. Ya contra formaciones hechas y derechas, y sin que los entrenadores le diesen permiso para arriesgar corriendo no fuera a ser que se lesionase éste también, su juego fue plano y vulgar, como corresponde a su condición de suplente. No voy a criticarle por no ser mejor. En todo caso, las críticas a quienes pensaron que podría ser una opción viable.

 

Hay que reconocerle su empeño, y destacar que en ocasiones sacó más casta que otros jugadores que por su veteranía y jerarquía debían haber tirado del equipo. No obstante, considero que no puede seguir siendo nuestro QB2 por dos razones fundamentales. La primera es que no tiene la calidad suficiente como para hacerse cargo de las riendas de la ofensiva con un mínimo de opciones de, al menos, conservar intactas las expectativas en espera de la recuperación del titular, o mantener vivo al equipo mientras sean otros quienes carguen con la responsabilidad. La otra, consecuencia de la anterior, es que Dalton no tiene la más mínima competencia para el puesto, y por tanto, su interés por mejorar en su juego para preservar su estatus es inexistente.

 

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