Bengals 2017Opinión

La teoría de la conspiración

Las tiranteces en el vestuario son cada vez más difíciles de ocultar. El divorcio es evidente

 

Avancemos en el tiempo. Estamos en pretemporada. Entre los calores del verano surge la noticia: “batalla campal en el training-camp de Cincinnati”, “pelea monumental entre los jugadores de los Bengals”, y otros titulares por el estilo. Ni tanto ni tan calvo. Un rifirrafe típico de la tensión acumulada en los entrenamientos, como tantos otros equipos. Si lo recuerdo aquí es porque no se trató realmente de un enfrentamiento entre dos compañeros. Más bien, la refriega saltó entre los componentes del ataque y la defensa. Como si de dos grupos diferenciados se tratase. De ahí que las críticas tras la derrota contra Houston de Dunlap, Kirkpatrick y Pacman Jones, tomen el cariz de “defensa contra ataque”, máxime cuando unos sí parecen estar haciendo su trabajo, y los otros no. Como si el equipo estuviese fracturado.

 

Ya que retomamos incidentes de pretemporada, recuerdo otro relacionado con Marquis Flowers cuando el jugador incumplió una norma básica de los entrenamientos y realizó un sack a un QB. Fue castigado a la banda, y pocos días después traspasado a New England, donde le faltó tiempo para alabar su organización en contraposición a la nuestra. Quizá el despecho tuvo mucho que ver, pero ¿y si no le falta razón? ¿Y si estaba hasta las narices de superar a la línea ofensiva y no poder culminar el sack para hacerse notar y asegurar su presencia en el roster final (recordemos que su continuidad estaba en entredicho)? ¿Y si los jugadores, ya desde la pretemporada, veían la ineptitud de entrenadores y a dónde nos conducía? El caldo de la rebelión podría estar cociéndose desde hace más tiempo del que imaginamos.

 

No obstante, ya conocemos todos a esta pétrea franquicia en la que nada se mueve. De no ser por las críticas de Green, no me extrañaría que no hubiera pasado nada. Pero es que quien habló no es cualquiera. No es un “Ochocinco”, de los que están continuamente haciendo declaraciones. Green apenas abre la boca (de hecho, a algunos nos gustaría que se convirtiese en un líder más vocal), por lo que cuando habla, hay que escuchar. Y si el mismísimo líder de nuestro ataque, el jugador sobre el que está edificado el futuro de la franquicia (es más fácil que corten a Dalton que a él), dice que hay que cambiar la dinámica, conviene hacerle caso. Insisto, muy caliente debe venir desde tiempo atrás para “desmelenarse” de esa forma. Y también para que el mensaje se haya captado a la primera, ratificando Lewis a Dalton (lo cómodo hubiera sido reemplazarle), pero despidiendo a Zampese.

 

Ciertamente, el pelirrojo no lo está haciendo nada bien, pero incluso el mismo Green le ha eximido de responsabilidad en este inicio tan nefasto. De hecho, recientemente se les ha visto juntos en un acto benéfico (ya sé que esto no significa nada, pero podrían haberlo evitado con cualquier excusa y nadie se lo hubiera reprochado). En mi apreciación personal, vi a Dalton muy enfadado el partido contra Houston. No creo que se debiera a los abucheos (debe estar acostumbrado a ellos, incluso cuando le invitan a hacer el saque de honor en el partido de los Reds de béisbol). Su semblante no reflejaba decepción, ni desánimo, ni frustración, como en otras ocasiones le hemos visto. Era pura rabia. Y pese a su horrible actuación, no parecía que fuese consigo mismo. Los pases iban excesivamente fuertes, sin control, como cuando alguien está muy irritado y arroja con violencia todo cuanto se le pone a su alcance. Está claro que tras un juego tan lamentable por su parte, es el último con derecho a quejarse, pero no me extrañaría nada que estuviese totalmente alineado con las palabras de Green. Aun así, es posible que el propio Dalton haya perdido buena parte de la confianza de sus compañeros, pero tanto como para pedir que juegue McCarron, o más disparatado aún, el fichaje de Kaepernick, me parece que no.

 

Definitivamente, tantas alusiones de Lewis a la “ejecución” en sus ruedas de prensa, trasladando la responsabilidad de las derrotas a la mala actuación de los jugadores, ha terminado pasándole factura. Por supuesto que lo han hecho mal (y aquí no se salva nadie, ni en ataque ni en defensa), pero los entrenadores deberían haber asumido su parte de culpa. Los jugadores están hartos de un club que no se implica lo suficiente en confeccionar una plantilla ganadora, de un nepotismo desvergonzado donde cuenta más el amiguismo que los méritos deportivos, de unos entrenadores complacientes con la dirección, incompetentes en su trabajo, y cobardes a la hora de defender a sus jugadores, ya sea de los rivales, árbitros, periodistas o el mismísimo Goodell. El motín entró en erupción tras el partido del jueves, y de momento sólo se ha cobrado la cabeza del coordinador ofensivo, pero llevaba macerándose mucho tiempo. Esta sublevación ha sido la que ha provocado la destitución de Zampese, no el intento de Lewis o la directiva de dar la vuelta a la situación.

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