La clave:

Las casas de apuestas les dan como favoritos por 6.5 puntos, y francamente creo que se quedan cortos. Cuando un equipo es tan evidentemente superior al otro, debemos apelar a circunstancias excepcionales para intentar revertir la situación: turnovers, retornos, big-plays, etc. En condiciones normales, lo lógico sería palmar.

Pero si de algo es capaz nuestro equipo es ser de todo menos lógico. La temporada, pese a que las matemáticas sigan diciendo otra cosa, está condenada a terminar de forma decepcionante. En esta situación, una de las pocas alegrías que le pueden dar a la afición en éste nuestro 50º aniversario sería la de derrotar a nuestro más encarnizado rival. Un buen sabor de boca que también le gustará a Marvin Lewis, como recuerdo de su último enfrentamiento como entrenador de Bengals ante el equipo de su Pittsburgh natal.

Por tanto, sólo me queda recurrir a la motivación extra como clave para llevarnos la victoria. Convertir la festividad de Santa Bárbara en un despliegue de artillería como no se ha conocido igual. Hacer del MNF una noche mágica para recordar. Apretar los dientes, acelerar los pulsos, inyectar los ojos en rabia, con agresividad, pero sin violencia. No dar un balón por perdido, empujar con todas las fuerzas al oponente, acertar con la mayor precisión, ya sea con el brazo o con el pie. No volveremos a tener otra oportunidad de derrotar a los Steelers hasta el año que viene.

La lógica dice que vamos a perder. Los entendidos dicen que vamos a perder. Los aficionados neutrales, todos los de los steelers, y gran parte de los propios, dicen que vamos a perder. Yo también creo que vamos a perder. Pero ¿y si no perdemos? ¿Y si Dalton hace el partido de su vida, y si Mixon se transforma en superhéroe, y si Green se convierte en un gigante, y si Lawson resulta imparable?… ¿Imagináis mejor forma de encarar el día siguiente después de trasnochar? Yo no.

Que no voy a trasnochar, digo.