Es la semana de Thanksgiving, pero para los Bengals parece más bien Halloween. La noche de los muertos vivientes. Si nos ajustamos a la matemática, aún no estamos muertos en la pelea por la división. Si nos fijamos en nuestro juego, no tenemos pulso. Somos zombis que deambulan por la liga como almas en pena, sin posibilidades reales de progresar (mucho menos con las bajas sufridas) y sin “coraje” para reconocerlo y empezar a probar a los jóvenes.

En esta tesitura, nos enfrentaremos por 41ª vez a los Ravens para deshacer el empate a 20 que ostentan ambas franquicias. Aunque Baltimore siempre ha sido un rival muy peligroso, les hemos ganado en 6 de los últimos 7 enfrentamientos, 5 de ellos seguidos, y el que perdimos lo llevamos a la prórroga gracias a aquel inolvidable hail-Mary de Green. A las conocidas conexiones entre ambos clubes (Lewis fue DC allí, a Peerman le draftearon ellos, etc.) este año hay que sumar que en sus filas está nuestro recordado CB Chris Lewis-Harris.

Para la hora del partido se prevén unos 11ºC de temperatura, con viento de unos 20km/h, en una tarde despejada sin previsión de lluvia. Vestiremos con camiseta blanca y pantalón negro, y nos arbitrará (otra vez) Clete Blakeman, quien nos dio suerte en el partido contra Jets (el record cuando nos pita es 4-2 a nuestro favor) y que ya dirigió un Bengals-Ravens en Cincy hace dos años, saldado con victoria nuestra bajo las incesantes protestas de Harbaugh (¡cómo no!) por aquel PI pitado contra S.Smith que decían que Iloka se “había tirado” y les anuló un TD que les hubiera dado la victoria. En todo caso, lo peor para nosotros es que nos vuelve a retransmitir Movistar+, lo que es sinónimo de derrota segura (por si no había quedado claro ya).