Llegaba la Navidad a Cincinnati con la resaca de la derrota en Pittsburgh. Trey Collins volvía a casa para estar con su familia, trabajaba para una ONG en la otra punta de mundo y allí tenía poca conexión a Internet. Por eso siempre pedía el resultado de los Bengals. Nada más aterrizar en el aeropuerto se sorprendió al ver a un niño con la camiseta de Jake Browning y una señora se lo miraba mal. Esto le llevó a desarrollar dos teorías. Aunque no sabía con cual quedarse. La primera era que se trataba de un familiar y que se había personalizado la camiseta del QB del equipo de prácticas. Era normal que por Navidad se reunieran las familias así que seguro que era un familiar. Su segunda teoría era que alguien que no seguía a los Bengals le había comprado la camiseta y se había equivocado de QB.
Cuando Trey llegó a casa se encontró con toda su familia y entre ellos formaron un circulo y empezaron a gritar y saltar mientras giraban en el sentido de las agujas del reloj. Era algo que habían adoptado cada vez que se encontraba toda la familia de la serie de El príncipe de Bel Air. Celebración que luego copiaron también los equipos deportivos cuando ganaban algún título. Una vez la gente se calmó un poco después de tanta excitación. Su padre dijo.
– Ay dios, no saltaba tanto desde el día en que empezamos a hacer screens pass a Chase Brown y Mixon ante los Colts.
– ¿Y por qué saltabas? ¿por indignación por qué no nos salen nunca esas jugadas? -preguntó su hijo.
– ¡No, que va! de alegría porque avanzábamos más rápido que John Ross en la Combine. ¿Te acuerdas de John Ross hijo? -preguntó el padre en tono sarcástico.
– Sí papá, como no voy a acordarme de John Ross, me compré su camiseta con el 15 con el dinero de mi primer trabajo en verano.
– Ha, ha, ha, es verdad. Y todavía me acuerdo que se cambió de dorsal y se puso el 11 cuando se fue Lafell y te compraste la naranja con ese número pensando que con Burrow explotaría y Higgins le quitó el sitio a mitad del primer partido. Ha, ha ha, ha. – la cara de Trey no daba crédito a que después de tanto tiempo sin verse y su padre se partiera la caja con esa anécdota.
– Bueno, al menos lo arreglé comprándome la de Higgins. -replicó su hijo.
– Cierto, nada que objetar, aunque es verdad que al final de su año rookie cambiamos el modelo de las camisetas. Ha, ha, ha. – empezó a descojonarse de nuevo su padre.
– Sí, esto no es importante, es un gran jugador… -replicó su hijo.
– Es verdad, es verdad. – su padre intentaba parar de reírse pero añadió. – Y lo arreglaste el año pasado comprándote la del White Tiger en el partido de los Dolphins… pero va y este año también se ha cambiado el ochenta cinco por el cinco. O sea que por el culo te la in… Ha, Ha, Ha. – su padre ya estaba desatado y se le acabó cayendo la botella de cerveza al suelo mientras seguía partiéndose el culo de la risa. Harto ya de que se riera de él salió al porche donde se encontraba Amy, su hermana, que le preguntó.
-¿Qué son esos gritos y tantas risas? ¿Papá se ha vuelto a poner el vídeo del TD de Boyd en Baltimore de 2017?
– No, me estaba volviendo a recordar las camisetas que me he comprado con los años. Por eso se ha quedado sin aire, parece que haya protagonizado el Fumble in the Jungle.
– Ha, ha, ha, yo me he comprado la camiseta de Hubbard, porque cada vez que le veo pienso en ti…
– Vaya esto es muy bonito hermanita.
– …déjame terminar joder, de lo que me acuerdo es que papá te había mandado a buscar cervezas y palomitas para todos y volviste sin saber porque todo el estadio se había vuelto loco… Ha, ha, ha… – ahora la que se descojonaba era su hermana y Trey ya no sabía donde meterse. Así que se fue hacia la cocina donde estaba su madre.
– Vaya si que os lo estáis pasando bien hijo. ¿Tú padre ha vuelto a poner el pause con la cara de Harbaugh cuando se queda sin playoff por culpa de Boyd? -preguntó su madre.
– No, mamá.
– Vaya, ¿ha vuelto a congelar la imagen con la sonrisa de Finley?
– No mamá.
– ¿Ha vuelto a poner el momento en que los Browns eligen a Baker Mayfield con el número uno del draft?
– No mamá.
– ¿Ha vuelto a poner el momento en que los Browns presentan a Hue Jackson para cambiar la historia del fútbol americano?
– No, se estaba riendo de mis camisetas.
– Ah, es verdad, qué gracia que te compraras la de Uzomah, al año siguiente la de Hurst y este año la de Irv Smith, ¡ha, ha, ha! – empezó a reírse su madre mientras picaba con la mano la mesa de la cocina.
– ¡Precisamente las de los TE no las habíamos tocado precisamente joder! – dijo ya mosqueado Trey que salió por la puerta cabreado. Arrancó el coche pero cuando miró por el espejo interior del coche…
– ¡Aaahhh! Que coño hacéis en mi coche! – gritó indignado hacía sus tíos que intentaban volver a vestirse.
– Nada hijo, que como estabas fuera del país, tu tía me dijo que por cada recepción de Tanner Hudson nos lo montaríamos en tu coche como hacen los jóvenes y el tío salió del equipo de prácticas y ya lleva 34. – contestó su tío Lou mientras se abrochaba los pantalones.
– ¿Me estás diciendo que os lo habéis montado 34 veces en mi coche? ¡No podéis hacerlo en una cama que ya tenéis una edad por dios! – dijo indignado Trey.
– Sí tranquilo chico, en tu cama solo lo hicimos las 2 veces que Sample anotó un TD. – contestó su tía Julia.
– Me cago en todo. Aún tendré que agradecer que Irv Smith sea un bluf.
– Hizo un TD. Ha, ha ha, pero como que te veo de mal humor a pesar de ser Navidad mejor no té cuento lo que hicimos en tu baño ni con cuenta gente. – contestó su tío.
– ¡Venga FUERA!
Por fin se quedó solo en el trayecto al supermercado con el Seat Panda de segunda mano que le compró en su día a su profesor de español del instituto. Quería comprarse una botella de bourbon y todo lo que pudiera beberse hasta la cena para olvidar todo aquello. Maldijo a Zac Taylor y Callahan por usar tanto a los TE. Al entrar en el parking le pareció ver a la señora McCarron con el carro de la compra lleno. ¿Qué hacia de nuevo en Cincinnati? siempre le saludaba años atrás cuando él era un niño. A lo mejor se había divorciado y tendría alguna posibilidad y menuda raja llevaba en la falda… con todos estos pensamientos se giró de golpe para verla bien y no vio que llegaba a la intersección y chocó contra otro vehículo. Definitivamente ese no era su día. Porque la pick up era mucho más grande, con un gran parachoques y se quedó sin luces.
Ya en el súper fue a buscar turrones para darse una alegría. Recuperó la sonrisa al recordar aquella vez que cogió la última barra de turrón de tres chocolates y Randy Bullock empezó a perseguirle por el supermercado. Aún recuerda que mientras pagaba, Bullock estaba en el suelo con la pierna levantada mientras era asistido por el guardia de seguridad porque se le había subido la pantorrilla.
Finalizada la compra ya había llegado la grúa que había pedido. El señor que lo iba a remolcar hasta casa le sonaba de vista. Le dijo que se llamaba Paul y llevaba una gabardina y un sombrero. Parecía salido de otra época. En la parte trasera de la grúa llevaba a un tigre de bengala y uno albino. Ambos empezaron a lamerle la cara al sentarse como copiloto. Paul le dijo.
– Tranquilo no te harán nada. El que va vendado lo operaron hace poco de la muñeca y se llama Joey. Tras el verano estará bien. El otro se llama Ja’Marr y una vez lo conoces te encariñas de él, también se dislocó un hombro pero espero que vuelva a tope pronto. Y por cierto, tranquilízate, estoy seguro que recibirás un regalo que no perjudique a los tuyos. Es la magia de la Navidad.
De vuelta en casa, la cena de Nochebuena fue el mejor momento del día. Como era tradición todos se ponían su jersey navideño. Pero eran especiales porque en la parte trasera llevaban el dorsal y el número de un jugador de los Bengals. Por primera vez él y su hermana llevaban el de un jugador que ya no estaba en el equipo. Trey llevaba el 10 de Kevin Huber que se había retirado mientras que su hermana el 46 de Clark Harris con el que ocurría lo mismo. Fueron los últimos jerseys que había hecho su abuela antes de fallecer hacía ya unos años. La abuela cuando quería que pararan la mesa salía de la cocina, sacaba el cartel del 4º down y les gritaba.
– ¡Que entren los equipos especiales!
Su cuñado llevaba el jersey con el 8 de su ídolo de infancia y de la nieta de Mike Brown, el QB Jeff Blake. Su padre llevaba el clásico 78 de Muñoz. Mientras que su tío llevaba el 13 de Ken Riley. La madre llevaba el jersey con el 7 de Esiason, que recibió en la Navidad en que se prometió. Por otro lado su tía llevaba el 28 de Corey Dillon, en el que fue un mensaje claro en su día para que hiciera las barbacoas. Su primo llevaba el jersey con el 77 de Withworth. Finalmente su sobrina había heredado el de su madre cuando era niña, el 80 de Collinsworth.
A la mañana siguiente la familia empezó a abrir los regalos. A Trey no le hizo gracia pero visto lo gafe que era con las camisetas, recibió una de Lamar Jackson y un poster del anuncio del concierto de Taylor Swift el último verano en el Paycor Stadium, con una nota que le decía… sé lo que hicistes el último verano.
Su padre que era el antiguo bibliotecario del instituto recibió un libro de historias de los Bengals. La madre de Trey y Amy tenía todos los artilugios de cocina de los Bengals, pero esta vez le dieron un escurridor en forma de los guantes de John Ross. Aunque el mayor éxito de esta Navidad para la empresa que lo fabricab era el mismo modelo personalizado en Kadarius Toney.
El tío Lou recibió un tanga de tigre y la cosa no mejoró cuando dijo.
– ¡Perfecto! El que tenía lo perdí en tu coche Trey. Si lo encuentras me lo devuelves, siempre va bien tener 3.
Se hizo el silencio y nadie dijo nada, mientras la tía Julia abría su regal, una bata de baño de los Bengals. Amy recibió tres entradas para el palco de Jake Browning, gentileza de Joe Burrow. Su marido Tom que era arquitecto quedó encantado con su maqueta del Paycor Stadium, se pasaría horas montándola. Para su hija el regalo fue una mesa para estudiar como las que firman los contratos los jugadores de los Bengals.
El último regalo fue para John, el primo de Jake y Amy. Que recibió varias cajas de pelotas de golf con el logo de los Bengals. John cada mañana en lugar de salir a correr o a pasear el perro como la gente normal, salía al jardín y lanzaba pelotas de golf con el logo de los Bengals al jardín de la casa de enfrente. Allí vivían desde hacía un año una familia que había venido de Cleveland. Intentaba meter las bolas dentro de la casita del perro, que a las 6 de la mañana ya se iba hacia el otro lado del jardín para refugiarse. El problema era que no siempre metía la pelota en la dirección correcta e incluso había roto alguna ventana e incluso había provocado daños en el duende de piedra que tenían en el centro del jardín. Cuando eso pasaba era el momento en que metía los palos en el coche y salía pitando hacia el trabajo antes de que se levantaran y supieran quien había sido.
La mañana acabó con Trey tocando el piano y todos cantando villancicos al lado del árbol. Un piano que durante mucho tiempo tenía una tecla estropeada. La llamaban la Callahan, porque no daba con la tecla. Ni siquiera la magia de la Navidad había podido arreglarla. Con todo aquel ambiente tan festivo, vieron como el hombre de la gabardina y el sombrero sonreía detrás de la ventana y desaparecía entre la niebla que había aparecido de pronto en el barrio. Los cristales se empañaron con el frío y de forma mágica en ellos quedó escrito.
¡Ayer, hoy y siempre, Who Dey! ¡Feliz Navidad!
Escribo para la jungla hispana y participo en su podcast. También podéis leerme en sexto anillo. Podéis seguirme en Twitter @xeviht81.