Jungla ficción

Locos por el anillo de honor

Amanecía en Cincinnati en casa de Ryan y su familia. Ese no era un día cualquiera, era el día del tigre blanco. El día en que los Bengals iban a realizar la ceremonia de entrada en el anillo de honor de dos de los jugadores más especiales de su historia. Era el primer año en que su mítico quarterback de los años veinte y treinta Joe Burrow podía ser elegido para esa distinción. Los aficionados no habían dudado en sus votaciones y entraba en su primera nominación. Además, por algún extraño motivo el otro nominado había estado más años de lo previsto sin poder ser votado. Algunos, como el ex corredor Corey Dillon y por fin miembro del anillo de honor, decían que era una maniobra de la propietaria de los Bengals. Que lo estaban reservando todo para que entrara junto a Burrow. Que no le gustaba nada el sistema de elección y que dependiera de los aficionados.

A pesar de todas estas polémicas absurdas, este año sí, el receptor Ja’marr Chase entraría en el anillo de honor. Era una historia de cuento de hadas. Ambos campeones estatales con LSU en la universidad y que cambiaron el rumbo de una franquicia perdedora hasta llevarla a la gloria durante más de una década.

A primera hora de la mañana Ryan salió a pasear al perro y ya empezó a ver el ambiente; los niños vestidos con las camisetas del tigre blanco se iban al colegio. No era un lunes cualquiera. Por eso un motorista circulaba con el casco albino de los Bengals. Ryan pensó que el casco no debía estar homologado pero pensó que daba igual, que no hay mejor sensación que la victoria y se le dibujó una sonrisa en la cara. Fue entonces cuando un anciano que salía a buscar el correo se fijó en él y le dijo.

  • Sé quién eres, jamás podré olvidar tu sonrisa. Todo esto que va a pasar hoy es en parte gracias a ti. Yo estuve en Pittsburgh aquella noche.

La autoestima de Ryan creció más no poder, no podía creer que aún hubiera alguien que lo recordara. Se volvió hasta su casa para dejar al perro y se fue a la cafetería para comerse unos huevos revueltos, un poco de beicon y unas tortitas.

De pronto entraron unos jóvenes y se sentaron junto a su mesa y le dijeron.

  • ¿Anda de donde has sacado esta reliquia? Esto es más viejo que nuestro entrenador Taylor.
  • Pues es original, no es una de esas camisetas chinas. Llegué a jugar con ella, porque yo fui suplente de Joe Burrow.

Los chicos empezaron a reírse, uno incluso se atragantó con las tortitas mientras que a otro le saltaban las lágrimas.

  • ¿Cómo vas a ser tú un ex jugador de los Bengals? Y además QB. ¿Usas esta táctica de la camiseta de la franja lateral para ligar muy a menudo? – preguntó otro.
  • Es la verdad, fui el primer suplente de Burrow y conseguí una victoria intrascendente en Pittsburgh. Aquél día empezó una dinastia pero yo ya no tenía cabida en ella.

El propietario les confirmó a los chavales que aquél hombre era Ryan Finley un QB que tuvo un día de gloria. Algo que no todo el mundo puede decir. Desde entonces acudía a los bares y cafeterías de la ciudad para explicar a los jóvenes su gesta. Era la manera que tenía para intentar que los jóvenes con algunas copas de más le pagaran una ronda. Al fin y al cabo, él no había conseguido ningún otro contrato que el de rookie.

Ryan salió para ir a trabajar. Tenía un pasado de estudiante ejemplar en South Carolina y se dedicaba a la psicología, un aspecto clave para un deportista. Esa mañana debía atender a un paciente en su consulta. Nada más y nada menos que al QB titular de los Bengals al que trataba desde hacía unos años. No le estaba siendo fácil manejar el hecho de ser el heredero de Joe Burrow. Su sombra era alargada y las comparaciones odiosas. Además se encontraba en último año de contrato y necesitaba una buena temporada.

  • Me cuesta dormir. Estoy empezando a ver sombras. Hoy me he levantado y mirando por la ventana solo veía camisetas de Burrow por la calle.
  • Es que hoy lo meten en el anillo de honor. Eran de verdad. -respondió Ryan.
  • ¡No jodas! ¿Jugamos hoy? Vaya putada, me había comprado un pedazo de chuletón para cenar como todos los lunes. Es algo que siempre me anima el día después del partido si me han interceptado algún pase.

Lo entiendo. Yo en mi época lo que hacía era ponerme vídeos de cuando era pequeño y jugaba en el instituto. Pensaba, qué bueno eres. Lástima que al día siguiente iba a entrenar y cada vez que lanzaba un pase los putos receptores me miraban de una manera…

  • Es verdad, los receptores y los fans siempre se quejan. Van de entendidos y dicen este QB no tiene un buen ball placement. ¡Venga ya! Corre y calla joder… que culpa tengo yo de tener un brazo que no puedo controlar. ¡Envidiosos! Que culpa tengo yo que la jefa de las animadoras no te hiciera caso.
  • Yo no tenía ese problema pero también se quejaban de mi ball placement. Decían que se les quedaba corto el pase. ¿Qué culpa tengo yo de que sean tan rápidos? -dijo Finley que siempre hubiera querido tener el brazo de su cliente.

La sesión terminó con ambos deseándose suerte y cuando el QB se disponía a pagar la sesión, Ryan quiso ir de enrollado con su cliente y le dijo.

  • A ver, de QB a QB, con el tiempo que llevas viniendo se puede decir que ya somos colegas, así que hoy no te cobraré la sesión.
  • Vaya muchas gracias, eres un tipo fantástico.

Pero cuando el QB de los Bengals se levantaba de la silla Ryan le dijo…

  • Por cierto… ¿tú no debes tener alguna entrada para el partido de hoy no? Es que es imposible conseguir una.
  • Vaya, ya sabía yo que no me iba a salir gratis esto. Con lo del anillo de honor y el tigre blanco la gente se vuelve loca.

El QB se sacó una entrada de la chaqueta y se la dio a Ryan. Que se levantó de golpe todo emocionado y abrazó al QB, lo agarró con fuerza por la nuca con las dos manos y le dio un piquito en los labios. Seguidamente se puso a reír y le dijo a su secretaria que le anulara las visitas, que tenía que irse a comprar una camiseta blanca.

La secretária y el QB seguían alucinados con lo que acababa de ocurrir. Pero Ryan seguía a lo suyo y se marchó al centro comercial para comprar la camiseta. Cuando cogió una de su talla con el nombre de su paciente y vio el precio dijo…

  • ¡Mierda! debería haberle pedido una camiseta también, seguro que llevaba alguna en el maletero.

Así que salió del centro comercial y se fue a comprar una en una tienda de los chinos, mucho más económica. Y además pensó, ¿no me cortaron los Bengals en su día? Pues que se jodan. Pero al llegar a la tienda de los chinos se encontró cerrado. Sé habían ido a comer. Así que pensó, “¿desde cuándo se van a comer? ¿No eran tan trabajadores? Puto sueño americano.”

Así que tuvo que volver al centro comercial y gastarse un pastizal con la camiseta.

Volvió a casa y después de pasear de nuevo al perro y tirar la basura ya se acercaba la hora del partido y empezó a conducir hacia el estadio. Había mucho tráfico pero por culpa del autobús que tenía delante no podía ver nada. Le llamó la atención la bandera que había en la parte de atrás de ese autobús, porque decía La Jungla Hispana. Se preguntó de dónde debía venir toda esa gente.

¡Al llegar al estadio comprobó que no había uno sino 4 autocares con gente que llevaba esas banderas! Así que preguntó quiénes eran toda esa gente que no hablaban inglés entre ellos.

De pronto vio como levantaban a unos hombres mayores, que se pusieron de pie en una tabla de surf mientras los demás los llevaban a hombros encima de las tablas en dirección al estadio. Después averiguó que lo hacían porque no tenían escudos y que era algo de un cómic. Los que iban encima por lo que entendió eran los fundadores del grupo.

Después paró delante de ellos una limusina y los de la Jungla Hispana empezaron a gritar como locos. Ryan reconoció al hombre que bajó. Era ese ex futbolista que después de triunfar en Europa había jugado sus últimos años en el FC Cincinnati y que debutaría como entrenador la siguiente temporada. En su día, su fichaje tuvo mucha repercusión porque había rechazado una oferta multimillonaria de Arabia Saudí para hacer feliz a su padre. En un reportaje del Cincinnati Enquirer el futbolista había explicado que quería regalarle el pase de temporada de los Bengals a su padre, fan de los Bengals desde jovencito. Algo que Ryan no se creyó porque es algo que dice todo el mundo cuando ficha por un equipo.

Pero de esa limusina salió alguien más. Con una figura espectacular para su edad, vestía con un traje completamente blanco para la ocasión mientras fumaba un puro. El griterío de los fans fue espectacular y todo el mundo quería una foto con Chad Ochocinco.

Pasado ese momento, los seguidores decidieron ir hacía el estadio. Pero los fundadores de ese grupo no veían claro ir subidos en la tabla de surf a su edad.

  • Nos gusta mucho Astérix pero como nos rompamos el fémur verás tú qué gracia. Si almenos tuviésemos donde agarrarnos… -comentó uno de ellos.

Dicho y hecho, los más jóvenes del grupo se movieron por el parquin y cogieron unas mesas, pero con tal mala fortuna que no vieron que varios seguidores del equipo rival estaban saltando de sus caravanas para romper las mesas. Por eso varios seguidores de los Bills tuvieron que ser atendidos por los golpes que se llevaron con el suelo.

Al fin los fundadores de ese grupo eran llevados en volandas al estadio. Puesto en pie subidos a las mesas que habían girado del revés para que pudieran agarrarse de las patas y no tener tanto vértigo.

Con todo ese panorama, Ryan seguía caminando hacia el estadio sin saber si estaban más locos los seguidores de los Bills o los de los Bengals de ese país extraño.

El ambiente en el estadio era espectacular, todo el mundo vestido con las camisetas color rush. Con las end zones y el centro del campo pintadas de blanco y negro. El Ruler of the Jungle era el mítico Mike Hilton.

El campo estaba lleno hasta bandera, se apagaron las luces para que la afición con las linternas de los móviles encendidas recibiera en la presentación a su QB que fue ovacionado de forma espectacular. Fue algo que le emocionó tanto que se puso a llorar. Afortunadamente para él con el casco no se pudo apreciar bien, pero tuvo que pedir una toalla porque se le había corrido la pintura de los ojos.

En el descanso se realizó la ceremonia de entrada al anillo de honor de Burrow y Chase. En el videomarcador imágenes que pusieron a los aficionados con los pelos de punta. Se veía a Burrow trabajando para volver de su lesión en su año rookie y después la llegada de Chase. También las imágenes de su primer título de la AFC y las de su primera Super Bowl ganada con aquél histórico TD de Boyd ante los 49ers en el último drive del partido. Después el vídeo seguía con toda su carrera y los otros triunfos del equipo que acabaron con el público puesto en pie aplaudiendo durante 2 minutos mientras Sam Hubbard le ponía la americana a Burrow mientras que A.J. Green hacía lo mismo con Chase.

Después de la ceremonia Ryan quiso acceder a una zona VIP para saludar a Burrow y fotografiarse con él. Pero el personal de seguridad no le dejó llegar hasta él. Ryan le enseñó fotos suyas como jugador de los Bengals, pero el vigilante dijo.

  • La verdad es que parecen auténticas pero hoy en día con la inteligencia artificial cualquiera puede hacer una foto como si fuera jugador de los Bengals. Incluso debo decir que te lo has currado quitándote años. Pero la gente hace cualquier cosa para hablar con Burrow. Sí yo te contara… La semana pasada me vino un puto gordo loco que dijo que llegó a protegerlo. Que fue quién lo lesionó en su año rookie. ¿Y sabes qué? llevaba un carnet de conducir falso. Se puso el nombre de Michael Jordan. Se debió pensar que era un jugador de la NFL y Jordan fue uno de la NBA. ¡Ha ha ha! Como me reí. Mi compañero lloraba y al día siguiente tenía agujetas en los abdominales de tanto reír.

La cara de Ryan era un poema, como podía ser que todo el mundo hubiera olvidado a todos aquellos jugadores que hicieron posible la reconstrucción de ese equipo.

Finalizado el encuentro Ryan volvía a su casa escuchando la rueda de prensa de Zac Taylor. Se mostraba satisfecho por la victoria a pesar de los malos partidos de inicio de temporada. Era un clásico de su etapa pasar de la pretemporada y poner el equipo apunto durante las primeras jornadas. También destacaba la dificultad de enfrentarse de nuevo a un discípulo suyo. Al ser preguntado por el árbol de Taylor del que salieron entrenadores del nivel de Anarumo, Callahan, Livingston o Pitcher, el veterano entrenador contestó con una sonrisa, “en la Jungla no hay solo tigres, también crecen árboles y ramas”. Ryan asentía con la cabeza mientras intentaba adelantar al camión de la basura. Estaba preocupado por si una buena temporada supondría el fin de Andy Dalton como coordinador ofensivo. Su pasado como suplente en muchos equipos le había valido para tener contactos para varias entrevistas la pasada offseason. Eso sí mucha gente lo criticaba  por ser demasiado previsible. Además el coordinador defensivo Jessie Bates empezaba a estar de moda.

Al llegar a casa se encontró una bolsa en el buzón, la abrió y era una camiseta que le hacía llegar su cliente y QB de los Bengals. De repente se puso muy nervioso y buscó entre sus bolsillos. Salió corriendo y empezó a hurgar en el contenedor. No encontraba su bolsa y se metió dentro del contenedor hasta que vio la luz. No es que se muriera ni nada parecido, sino que era la luz del camión de la basura. Le gritaron que saliera de ahí dentro. Mientras uno de los hombres le sacaba una foto él intentaba explicar que no era ningún vagabundo, sino que estaba buscando el tiquet de compra de una camiseta. Finalmente encontró su bolsa y ahí estaba el tiquet. Por fin podía dormir tranquilo.

La mañana siguiente Ryan se levantó pronto y se fue a la cafetería para tomar algo. Aquél podía ser un gran día, sin ir más lejos el propietario de la cafetería le dijo que tomara lo que quisiera que invitaba la casa. Salió de ahí y de camino al coche unos obreros le empezaron a aplaudir y a decirle.

  • ¡Ánimo Ryan, estamos contigo!

Incluso uno de ellos bajó del andamio para darle un refresco.

  • Toma, te lo mereces tío. – le dijo mientras le daba un abrazo.

Ryan no podía creérselo, como había cambiado la sociedad, antes los obreros les tiraban piropos a las mujeres y ahora te daban latas de bebida y te abrazaban.

Al fin llegó a la tienda oficial de los Bengals, donde preguntó dónde debía hacer una devolución. En la cola todo el mundo lo dejó pasar. Ese era su día de suerte. Llevaba su mejor sonrisa pero tras desplegar la camiseta la chica que lo atendió le dijo.

  • No puedo hacerte la devolución, esta camiseta está dedicada. Lo siento mucho, sé que quieres el dinero pero… espera tengo una idea ahora vengo.

Ryan se estaba cagando con su cliente, ahora tendría dos camisetas iguales pero su sonrisa volvió cuando pensó que algún Ryan querría una camiseta dedicada. La inscripción no decía su apellido así que vendiéndola por internet ganaría un dinero para gastarse en tapas cuando fuera a España a ver el Bengals- Dolphins por el que ya tenía las entradas.

Mientras estaba en sus pensamientos, su sonrisa se congeló y toda esa mañana cobró sentido cuando la chica de la tienda le dio su bocadillo y le dijo.

  • Toma, por las redes he visto tu foto buscando comida en un contenedor, espero que te aproveche, yo ya saldré un momento a la cafetería. En un caso así mi jefe lo entenderá.

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